Con el cansancio del día anterior haciendo mella en nuestros cuerpos, Alberto, Edu, Noelia y yo nos presentamos en Vidrieros dispuestos a realizar lo que llevábamos planeando desde hacía 2 meses y que la climatología nos había negado un día antes: La subida al Curavacas por el Callejo Grande. El día no amaneció mal, ¿podríamos sacarnos la espinita que teníamos clavada desde el pasado mes de Noviembre?
La tarde anterior, cuando volvíamos a casa después de la ruta al pozo de las Lomas, el Curavacas –que no se había dejado ver por la mañana- parecía burlarse y nos mostraba su impresionante perfil. Es muy complicado resistirse a subirlo cuando se tiene al otro lado de la ventana. El domingo cuando nos despertamos el Curavacas apareció totalmente despejado, comenzaba en ese momento nuestro ascenso.
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